Una serie de estudios científicos vincula la presencia de estas partículas con alteraciones en el cerebro y riesgo de ansiedad y depresión.

En una mesa de laboratorio, junto a bolsas abiertas de papas fritas, cereales de colores y nuggets aún congelados , un grupo de investigadores observó algo que no debería estar ahí. No era sal ni condimento. Eran microplásticos. Polímeros diminutos adheridos a lo que millones de personas comen sin sospecharlo. Lo preocupante no fue solo encontrarlos. Fue constatar cuántos había.

Esa escena no fue aislada. Forma parte de una nueva serie de estudios publicados en la revista Brain Medicine, que lanzan una advertencia difícil de ignorar : la comida ultraprocesada —ya señalada por su vínculo con trastornos como ansiedad, insomnio y depresión— podría

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