Hay algo en la genética de la Velá de Santa Ana que la hace más resistente a los males que acechan al resto de la ciudad y sus días grandes . El exhibicionismo potenciado por las redes sociales, la turistificación, la paulatina pérdida del sustrato cultural que propicia aquello que se celebra, la omnipresencia de los políticos…Toda esa lenta debacle parece más en suspenso al otro lado del Guadalquivir.
Tras años en los que el botellón le hincó el diente, los trianeros han sabido resguardar el sabor popular de una celebración que, a pesar de la masificación, nos reconcilia con nosotros mismos . La noche y el río convocan al pueblo en su peregrinación contra la caló y, aunque rodeados de foráneos, los vecinos -los que quedan y sobre todo los que se fueron- se reencuentran bajo la huma