Por Emilio Martínez Paula

H ernán Cortés, al que algunos han calificado de semental histórico a juzgar que dejó descendientes por doquiera que puso sus plantas y el resto de su humanidad. De la Española, donde ganó fama de pendenciero y alguna fortuna, pasó a Cuba.

A los 26 lo encontramos de secretario del gobernador Diego Velázquez y tesorero del rey Carlos V, lo que le permitía tener buena vida en su ranchón atendido por sus sirvientes y muy en especial por una que era la encargada de hacer el pan casabe que se hacía de la yuca. Leonor, que así se llamaba la niña, se movía de un lugar para otro con el torso desnudo.

No era un taparrabos, porque rabo no tenía. Digamos un tapanalgas, que le cubría los misterios de su sexo y las posaderas.

Una tarde, bajo la presión de la canícula trop

See Full Page