Isobel Yeung y Mick Krever

“Quiero”, se detiene la niña, “quería ser médica en el futuro. Pero cuando los talibanes llegaron a Afganistán, cerraron todas las puertas de las escuelas”.

En la madrasa Naji-e-Bashra, una escuela religiosa solo para niñas en las afueras de Kabul, aprobada por los talibanes, una adolescente con el rostro cubierto habla nerviosamente. Su compañera la agarra del brazo por debajo de la mesa, consciente de que cualquier crítica al gobierno talibán es imprudente.

Aunque estas instituciones religiosas son imperfectas, son la única opción para la mayoría de las niñas afganas mayores de 12 años que desean recibir educación. Afganistán sigue siendo el único país del mundo que prohíbe a las niñas y mujeres acceder a la educación general en los niveles secundario y su

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