Los campistas se toman de los brazos y cantan en el último día de Camp HOPE America–Florida Gulf Coast. En un campo cercano, dan volteretas, juegan a la roña y giran en enjambres mareados. Gritan, aúllan, chillan y se ríen mientras el sol se esconde tras la línea de los árboles, salpicando gotas doradas a través del follaje.
Forman una media luna alrededor del asta de la bandera, con los pies en el césped cubierto de rocío, los pechos subiendo y bajando con respiraciones que bailan al ritmo del canto matutino de los pájaros.
Tienen 7, 9, 12 y 14 años. Visten pañuelos en la cabeza y están cubiertos de tierra. Durante 90 segundos, cierran los ojos y respiran —por la nariz, por la boca— y piensan en su lugar feliz. Para muchos, ese lugar es este campamento.
Está el niño que llora cuando ha