Cuando un Estado de derecho pierde previsibilidad, también comienza a desvanecerse la seguridad para invertir, y con ella, el futuro de toda una economía. La actual política del presidente Donald Trump está sumida en la arbitrariedad: impone sanciones comerciales al azar y otorga exenciones según su estado de ánimo.
Primero, un aparente acuerdo con Suiza; luego, la amenaza repentina de aranceles del 39 %. A Taiwán le impone un 20 %, a Canadá un 35 %, a India un 25 %… y anteriormente fue el turno de la Unión Europea. El desconcierto es global.
No hay forma diplomática de decirlo: Trump ha dejado de ser un interlocutor confiable para el comercio internacional. El libre comercio, las cadenas de suministro globales, los tratados multilaterales… todo está siendo socavado. Y no, ni siquiera Es