Aquella familia se había equipado con una buena corneta, de esas que pusieron de moda los asiáticos y suenan tan duro como una miniteca.

Con un palafito bonito, rodeados de lo básico para una vida sin contratiempos y un entorno natural que es la envidia de los “gringos”, Luis Rodríguez, Minenys Rojas, su hija Oriana de 9 años y un bebé de tres meses, veían pasar los días en calma y sosiego.

Sin nada que temer, no vieron venir la tormenta. Buenos conocedores del lenguaje de los cielos, sabían cuando se desataría una tormenta y cuando habría eclipse, también como invocar la claridad y de qué manera poner fin a un aguacero. Lo que no discernían es como frenar la violencia infernal ni atajar el maligno, oculto bajo la forma humana de tres jóvenes anhelantes de sangre y violencia.

Entrada la

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