En este tiempo de verano es posible que tengamos algunos días de descanso. Allí donde nos encontremos, participemos con alegría en alguna de las eucaristías dominicales y en las solemnidades que se celebran en nuestros pueblos y ciudades. Cristo no hace vacaciones, no nos deja jamás solos. Nos espera siempre en la Eucaristía, «fuente y cumbre de toda la vida cristiana» (Lumen gentium,11). Hoy, para mostrar el valor que la Eucaristía tiene para los cristianos, quisiera compartir con vosotros una sencilla historia.

Durante la última guerra mundial, un joven soldado cayó herido gravemente. Afortunadamente, pudo recuperarse de sus heridas, pero su organismo quedó muy debilitado. Los médicos consideraron que si el soldado se alimentaba adecuadamente podría curarse. Sin embargo, el paciente no

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