Su habitación sigue igual. Los pantalones doblados sobre la silla , la camiseta tendida donde la dejó. Se despidió como cualquier otro día, pero ese 25 de septiembre Javi no llegó a casa de su regreso del gimnasio. Yoli, enfermera de profesión, acostumbrada en los box a sostener la vida entre manos temblorosas y respiraciones inciertas nunca pensó que ese saber profesional se queda en nada cuando te topas con la muerte repentina y violenta de tu hijo. No hay protocolos que te preparen sobrellevar el eco del silencio que deja una víctima inocente en el asfalto .

Cerca de las diez y media de la noche, su otro hijo Marcos recibió una llamada de unos amigos . Algo habían escuchado de un accidente en la parroquia de Franza, a escasos diez minutos de la casa de la familia en Mugardos

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