Esta mañana Paloma se ha terminado de convencer de que algo inusual ha ocurrido en la casa frente a su magnolia. Y es que desde hace cinco días (Paloma ha ido contando las puestas de sol) nadie ha vuelto a salir al balcón. Antes, cuando Paloma era más joven y aún no empollaba su primer huevecillo, no faltaba algún humano que saliera al balcón a espantar a Paloma cuando se paraba sobre el barandal. Algunas veces salía una mujer (la dueña del nido humano, suponía Paloma) a regar las plantas de las macetas. La mayoría de las veces, sin embargo, era una niña flaca, pálida y débil quien salía al balcón y no hacía otra cosa más que quedarse sentada en un camastro a tomar baños de sol hasta que este se ocultaba tras la barranca.

El balcón de esa casa, con su techo amplio y su barandal alto, es e

See Full Page