Entre las “heridas” ocasionadas, suponemos accidentalmente, del que prefiero considerar como “fuego amigo” de la revolución tecnológica, nos encontramos con un patente “individualismo” que campea rampante en todas nuestras comunidades.

No se salva, es obvio, el Estado; pero tampoco se salva la familia, ni ninguna de las instituciones intermedias. En castizo: la percepción de que cada cual va “a su bola” y de que a nadie le preocupa ni un ardite lo común, el bien común, se extiende como una especie de argumento legitimador de un “sálvese quien pueda” y de un “que arree el que venga” que son causa de lo que Fabrice Hadjadj en La suerte de haber nacido en nuestro tiempo denomina “dividualismo”, esto es, el proceso de división e implosión interna de la vida en sociedad.

Las nuevas tecnología

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