Las manos de Yosbelin Pérez han fabricado decenas de miles de las planchas redondas de aluminio que las familias venezolanas calientan a diario para cocinar arepas. Se enorgullece de elaborar el venerado "budare", el denominador común entre las casas rurales con techo de lámina y los apartamentos de la ciudad, pero no posee nada a su nombre a pesar de los años que lleva vendiendo utensilios de cocina.
De hecho, Pérez debe unos 5.000 dólares porque ella y su familia nunca llegaron a Estados Unidos, donde esperaban escapar de la profunda crisis política, social y económica de Venezuela. Ahora, al igual que miles de venezolanos que han regresado a su país este año, ya sea voluntaria o no, están empezando de cero mientras la crisis se agrava.
“Cuando decidí irme en agosto, lo vendí todo: cas