Aunque entre Alaska y Rusia solo hay 88,5 kilómetros, para ninguno de los dos líderes es cómodo llegar al remoto estado de EEUU y su elección refleja los numerosos factores en juego, como la protección de Putin ante la Corte Penal Internacional
La confusión alrededor de la reunión con Trump en Alaska demuestra que Putin sigue al mando
No parece probable que Vladímir Putin se presente este viernes en Alaska con una demanda territorial a Donald Trump por este territorio, el estado número 49 de la Unión que en 1867 el zar Alejandro II vendió a Estados Unidos a cambio de 7,2 millones de dólares [unos 6,2 millones de euros]. El presidente de Rusia, en embargo, aterrizará este viernes en Alaska con otro acuerdo territorial en mente: convencer a Trump de la conveniencia de ceder partes del territorio ucraniano a cambio de que Moscú acepte el alto el fuego que el presidente estadounidense desea conseguir tan desesperadamente, pero no sabe cómo.
Un lugar “totalmente lógico”, dijo sobre la cumbre en Alaska Yuri Ushakov, el influyente asesor de asuntos exteriores de Putin. Como si el cruce del Estrecho de Bering que separa a los dos países fuera un viaje sencillo. Es cierto que entre Estados Unidos y Rusia solo hay una separación de 88,5 kilómetros por este punto, pero el vuelo desde Moscú a Anchorage, la mayor ciudad de Alaska, lleva unas nueve horas. Para Trump el trayecto será de casi ocho horas viajando en el Air Force One desde Washington DC. Alaska es una ubicación de mutua inconveniencia, lo que indica que hay otros factores en juego para su elección.
El remoto estado de Alaska está lejos de Ucrania y de sus aliados europeos, que corren el riesgo de ser relegados a un segundo plano. Teóricamente, Trump está dispuesto a permitir la asistencia de Volodímir Zelenski, presidente de Ucrania, pero no parece probable que Putin se muestre igual de hospitalario. Al fin y al cabo, el presidente ruso ha conseguido una conversación privada con el titular de la Casa Blanca sobre sanciones, relaciones comerciales y la OTAN en Europa. Una negociación que va mucho más allá de sus últimas propuestas para someter a Ucrania.
En primer lugar, Alaska es un lugar seguro para Putin. La orden de la Corte Penal Internacional para detenerlo sigue vigente. Putin está acusado de crímenes de guerra por la deportación forzosa a Rusia de niños ucranianos. Ni Rusia ni Estados Unidos reconocen la jurisdicción de la Corte y el trayecto de Moscú a Alaska no requiere sobrevolar terceros países que podrían ser hostiles. No se espera que un viaje por la parte superior del globo tropiece con las dificultades inesperadas que sí podrían surgir durante un vuelo sobre el mar Negro antes de llegar a Estambul, por ejemplo.
Echando un rápido vistazo atrás, las cumbres entre EEUU y Rusia, o entre EEUU y la Unión Soviética de tiempos anteriores, suelen celebrarse en lugares más fríos que Turquía. La más notable fue la Cumbre de Helsinki en 2018, último encuentro entre los presidentes Putin y Trump. Allí fue donde Trump dijo que confiaba más en Putin que en sus propios servicios de espionaje sobre todo lo que se refería a las acusaciones de injerencia extranjera durante las elecciones estadounidenses de 2016.
Los que recuerden la Guerra Fría estarán pensando en la cumbre de Reikiavik de 1986, cuando Ronald Reagan y Mijaíl Gorbachov hablaron sobre la eliminación de las armas nucleares sin llegar a un acuerdo. Gorbachov quería que Reagan dejara de hacer pruebas con los sistemas de defensa antimisiles que se conocieron popularmente como el programa Guerra de las Galaxias. El entonces presidente de EEUU no accedió y la cumbre terminó en fracaso.
En la década de 1990 las cumbres entre los dos países se hicieron más frecuentes. Bill Clinton y Boris Yeltsin llegaron a reunirse en las ciudades británicas de Birmingham y Shropshire en 1998, cuando Rusia acababa de incorporarse a lo que entonces se convirtió en el G8. El desarme nuclear y la cooperación del G8 son hoy recuerdos pintorescos de una época pasada. Hoy, el grupo de los países más poderosos vuelve a denominarse G7 tras la expulsión de Rusia.
La cumbre de Alaska entre EEUU y Rusia es solo la cuarta desde 2010. Aunque no se puede descartar que las negociaciones conduzcan a un alto el fuego en Ucrania, no hay demasiadas razones para el optimismo. La guerra sigue librándose con intensidad en el frente y en la retaguardia, con los repetidos bombardeos de Rusia sobre las ciudades ucranianas para tratar de someter a su vecino.
Traducción de Francisco de Zárate