Apenas unos kilómetros separan el pueblo de Jinámar del bullicio del centro de la capital grancanaria, pero basta cruzar sus límites para sentir que se entra en un lugar con otra velocidad. No es la distancia la que marca la diferencia, sino el pulso. Un lugar con siglos de historia agrícola que recuerda sus orígenes cada 8 de diciembre con la Fiesta de la Caña Dulce y la fiesta dedicada a la Virgen de la Concepción. Y que multiplicó su población a finales del siglo XX con el Polígono.
Jinámar se extiende entre dos municipios -Las Palmas de Gran Canaria y Telde, donde se asienta el pueblo primigenio- como si tejiera un puente entre historias que no caben en los mapas. Nació al abrigo del barranco que le da nombre y se alza por laderas antes llenas de cultivos que guardan siglos de memoria