Ni la ausencia del esperado Morante de la Puebla fue obstáculo para agotar todo el billetaje y colgar el aviso de «vendidas las cinco mil localidades disponibles» en Huesca . Al final, con la repetición de Manuel Escribano –que no hay quien entienda si no es porque lo apodera el propio empresario– el cartel se dio la vuelta como un calcetín pareciéndose como un huevo a una castaña con respecto a la oferta inicial.
La mitomanía se tornó en posibilismo y la majeza y el perfil artístico de Morante fue cambiado por un lineal y previsible desempeño de Escribano, torero de virtudes pero ayer con un techo muy bajo , sin ideas para sorprender o tan siquiera para mantener la atención del público. Los consabidos tercios de banderillas, tan rutinarios como monótonos, fueron preludio de dos