De raíz platónica, la ética de la virtud, que invita a los individuos a obrar no por obedecer reglas de comportamiento ni pensando en las consecuencias de sus actos, sino en atención a su propio carácter y naturaleza, hasta convertir el bien en hábito, fue desarrollada por Aristóteles en el primer tratado sistemático sobre la materia, la Ética a Nicómaco, una de esas cumbres de la filosofía que justifican la milenaria continuidad de la disciplina y el estrecho parentesco de la fatigada humanidad del siglo XXI –más que deuda, es identidad– con los pensadores que sentaron los fundamentos de nuestro mundo. Como la sabiduría, situada en el máximo de la escala de valores, la virtud se orienta a la felicidad que en la formulación del estagirita es un bien superior, no el objetivo interesado y me
Sobre la amistad

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