Varios alpinistas de élite, protagonistas de las mejores ascensiones de las dos últimas décadas, han sido ‘pillados’ faltando gravemente a la transparencia y honestidad que exige la actividad

En el mundo del alpinismo, el verdadero dopaje es la mentira . Esto no quita para que se empleen, además, sustancias que en los ámbitos deportivos regulados serían consideradas ilegales y tramposas. Nadie criticó a Louis Lachenal y Maurice Herzog, conquistadores del primer ochomil (Annapurna, 1950), por alcanzar la cima forrados de anfetaminas, ni a Herman Buhl por hacer lo propio en el Nanga Parbat en 1953. Ni a los polacos por usar oxígeno embotellado en sus conquistas invernales de varios ochomiles .

Si la farmacología parece “aceptada” en la montaña, la mentira, en cambio, suscita aversión

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