Múltiples recuerdos y sentimientos se agolpan en mi cabeza al recorrer una de las calles de San Juan de los Lagos, rebosantes de locales comerciales que ofrecen al turista una enorme cantidad de dulces y suvenires, cuando se encaminan a la Catedral Basílica de Nuestra Señora de San Juan. En el pasado cuando era niño, visité San Juan de los Lagos, con el propósito de “pagar una manda”, particularmente mi madre, la señora Juana García Medina, quien era fiel devota de la Virgen de San Juan. En ese momento el interés, al menos el mío, no era llevar a cabo un análisis del templo, sin embargo, en mi reciente visita, la mirada fue con el propósito de un conocimiento histórico, plástico, espacial, en fin, arquitectónico. Lo primero que llama la atención al visitante, es la escala monumental de la

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