La escena parecía sacada de un guion que ya hemos visto demasiadas veces en el Perú. A las 6:58 de la tarde del miércoles 13 de agosto, Martín Vizcarra Cornejo , expresidente de la República y otrora adalid anticorrupción, salió escoltado de la sede del Séptimo Juzgado de Investigación Preparatoria Nacional. El destino: la carceleta del Poder Judicial , donde pasaría la noche mientras el Instituto Nacional Penitenciario decidía en qué penal cumplirá los cinco meses de prisión preventiva que le impuso la justicia.
Horas antes, el juez Jorge Chávez Tamariz había leído, con voz seca, la resolución que cambiaba radicalmente el estatus legal y personal de Vizcarra: de comparecencia simple a prisión preventiva.
La decisión se sustentó en un argumento técnico y demoledor: con la entrada e