En medio de la peor crisis económica rusa desde la década de 1990, Vladimir Putin viaja a Alaska para reunirse con Donald Trump en un encuentro que podría redefinir el rumbo de la guerra en Ucrania y el futuro financiero del Kremlin. El desplome del crudo a 55 dólares por barril, el gasto militar equivalente al 8% del PIB y una inflación de dos dígitos han dejado a Moscú al borde de la recesión.
La reunión llega en un contexto de ingresos petroleros en caída libre, déficit fiscal récord y un sistema bancario cargado de deudas impagables, tras años de créditos forzados a contratistas militares.
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Putin llega con un pliego de exigencias —levantamiento de sanciones, reconocimiento del control ruso sobre Donbás y Crimea, y retira