Históricamente, las reformas fueron un proceso para modernizar y fortalecer la democracia; pero sobre todo para que el grupo en el poder le cediera un poquito de él, a la enojada oposición.
Desde los 70, el PRI aceptó cambios en la legislación: amplió el número de diputados, creó los plurinominales, inventó el IFE, se inventó la credencial y se otorgó acceso a medios, por citar algunos ejemplos.
Es decir, fueron ganando terreno los segundos lugares. Era una especie de concesión, recompensa o “catafixia” a la chiquillada. Muchos de esos cambios fueron gracias a la muy sólida oposición, que hoy está en el poder.
Pero ahora se plantea una reforma que no propone la oposición. Ni Alito, Romero o Álvarez Máynez han planteado un cambio en las reglas, pero desde Palacio ya se anunció que se est