Escribe Dante Zegarra López.
Granadino tenaz, Alonso de Luque cambió la pluma por la espada cuando Manco Inca sitió Lima en 1536. Llegado con la hueste de Alvarado, fue testigo de los días fundacionales del Perú.
En Arequipa, trazó las primeras escrituras, rubricó la fundación de la ciudad y encarnó el mestizaje desde su hogar —padre de 22 hijos, entre legítimos e ilegítimos, español e indígena—.
Alzó la voz y la vara de justicia como escribano y alcalde. Fundó el primer protocolo notarial del sur andino, dejó 409 escrituras y retrató así el pulso jurídico de la naciente Villa Hermosa.
Combatió en Las Salinas con los pizarristas, resistió el avance rebelde en Jaquijahuana, y sobrevivió al “Demonio de los Andes”, Francisco de Carbajal, en Guarina.
Recompensado con la encomienda de Chuq