En 1951, Rómulo Betancourt vivía un exilio tenso y vigilado en la capital cubana. Desde 1948, cuando la Junta Militar encabezada por Carlos Delgado Chalbaud y Marcos Pérez Jiménez derrocó al gobierno democrático de Rómulo Gallegos, el líder de Acción Democrática se había convertido en enemigo público de la dictadura venezolana.

Pasó por Costa Rica y luego recaló en La Habana, protegido por el presidente Carlos Prío Socarrás, pero hostigado por redes de espionaje que cruzaban fronteras. Betancourt sabía que su prestigio y su sola presencia en tierras libres eran una amenaza para los regímenes autoritarios del continente.

La tarde del 18 de abril de 1951, en el barrio del Vedado, esa amenaza casi se extinguió con un solo gesto. El sol caía tibio y las calles parecían tranquilas. Betancourt

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