
El futuro de Ucrania es discutido en un territorio cuyo destino también fue trazado por las mismas dos potencias: Washington y Moscú. Trump y Putin ya han aterrizado en Alaska para reunirse en el extremo ártico del continente americano que en el siglo XIX fue vendido por Rusia a Estados Unidos por 7,2 millones de dólares de la época. A pesar de que el republicano ha asegurado que no habrá cesiones territoriales sin contar con Ucrania, eso no le exime automáticamente de poder hablarlas de antemano con Putin. El nerviosismo de Europa y el presidente Volodímir Zelenski ante la cita se debe a la promesa envenenada del estadounidense y al peligro de dejarlo a solas con las artimañas del ruso.
En el Air Force One, rumbo a Anchorage, Trump afirmaba por primera vez en público que estaba abierto a la “posibilidad” de ofrecer garantías de seguridad a Ucrania, “junto con otros países de Europa y otros países”. Ahora bien, hacía un equilibrio para no asustar a Putin y puntualizaba que estas protecciones no podrían ser a través de la OTAN. Para añadir un poco de presión a los rusos, el presidente también volvía a amenazar con posibles sanciones económicas a Rusia.
Trump dijo que, aunque se tendrían que discutir posibles intercambios de territorio, “tengo que dejar que sea Ucrania quien tome esa decisión”. Pero a la vez, el republicano no descartaba que en Anchorage ya se pongan sobre la mesa los posibles terrenos a ceder. Washington y Moscú harían el esquema de las divisiones y, en esta segunda reunión “trilateral” que la Casa Blanca lleva días defendiendo, sería cuando le presentarían a Ucrania el borrador del acuerdo para que lo firmara. “No estoy aquí para negociar por Ucrania. Estoy aquí para conseguir que él se siente a una mesa”, decía a los periodistas. Después de días desinflando las expectativas sobre el encuentro, Trump califica de “alto riesgo” la cimera con el ruso.
En un giro de guión poco antes de la reunión, la Casa Blanca anunciaba que Trump estaría acompañado por el secretario de Estado, Marco Rubio, y el enviado especial Steve Witkoff, en el cara a cara con Putin. Puede que Washington, en prevención por el resultado de la cita privada en Helsinki -ambos mandatarios hablaron a puerta cerrada con la única compañía de un traductor- haya decidido cambiar la estrategia. Mientras que Witkoff siempre se ha mostrado más favorable a Putin - llegó a decir que valora su encanto personal-, Rubio es conocido por ser uno de los halcones contra Rusia. Aunque desde que entró en el gobierno Trump ha tenido que moderar su posicionamiento.
Momentos previos, el portavoz del Kremlin, Dmitry Peskov también apuntaba a que si las conversaciones entre Putin y Trump daban resultados, sería posible un encuentro a tres bandas que incluyera Ucrania. Peskov preveía que las negociaciones en Anchorage se alarguen hasta seis o siete horas.
El hombre de negocios de Manhattan lee al exespía a través de su visión del poder como algo transaccional. Y la tarea de Putin, como buen exagente de la KGB, es justamente esta: hacer creer al republicano que lo está en lo correcto y que en el fondo sí que quiere poner fin al conflicto.
Trump y su enviado especial, Steve Witkoff, han estado afrontando las negociaciones para el alto el fuego en Ucrania desde la perspectiva que pueden dar con aquello que Moscú desea y así poner fin a una guerra que también desgasta Rusia. La cuestión es que para Putin la esencia del poder es distinta y el conflicto se ha convertido en un elemento más para sostener su régimen.
Convencer a Trump de que sí que quiere la paz, también es una manera para Putin de seguir enfangando las negociaciones para consolidar la ocupación, a la vez que resquebraja el puesto que Europa y Ucrania ha rehecho con Washington. El choque de las ansias del republicano para poner fin al conflicto - y sumar puntos para el Nobel de la Paz- con la impasibilidad del ruso han hecho que Estados Unidos volviera a acercarse a los europeos y a Kiev. La tarea de Putin - y lo que temen los Veintisiete y Ucrania- es volver a recuperar al Trump que humilló a gritos a Zelenski en la Casa Blanca.