En toda ciudad, en los lugares más recónditos y perdidos en el casi infinito terrenal, hay zonas oscuras, tenebrosas, sórdidas en las que pululan cuerpos sin alma, silenciosos y ausentes. Esos lugares y quienes los habitan dan pavor. Son, incluso, lugares que ‘dan pánico soñar’.
Son sitios ajenos a la gran mayoría de los seres humanos. Son espacios, calles, casas, escondrijos, inmundos en los que el ser humano se pierde, se encuentra, se hunde, surge… y se olvida.
Ámbitos a los que nunca acudirían las almas puras y transparentes, aquellas que no se permiten cruzar la línea recta ni violar el block cuadriculado; aquellos seres humanos que repudian lo más obscuro del ser humano y que sólo al pensarlo se aterrorizan.
Son refugios en los que se mueven aquellos que hurgan en su propia con