MIAMI. - El alba apenas tiñe de naranja los rascacielos de Miami, pero abajo, en las calles, la rutina ya impone su ritmo. Es una marea creciente de motores y bocinas, la ‘banda sonora’ inconfundible que anuncia el regreso de la vida escolar.
Es el primer día de clases y para Carlos, padre de dos niños en primaria, la emoción se mezcla con una preocupación tangible. Mientras ajusta la mochila de su hijo menor, mira una factura arrugada sobre el asiento del copiloto.
"Es increíble lo que se gasta. Entre uniformes, libretas y la lista interminable que pide la escuela, el presupuesto familiar recibe un golpe fuerte. Uno hace el sacrificio con gusto por ellos, pero cada año parece más difícil", confiesa con un suspiro, antes de desearle suerte a su hijo en la puerta de la John A. Ferguson S