Resistir. A la indiferencia cotidiana del que pasa de afán sin mirar, al oficio que pierde relevancia por la tecnología, a la época más moralista de la sociedad, a una pandemia que arrasó con tanto. Quedarse. Preservando un legado familiar, sobreviviendo a la expansión urbana que todo lo moderniza, ocupando un espacio en la historia del lugar más frenético que tiene Medellín, su corazón.
En una ciudad que no tiene centro histórico, donde se tumban y se cierran lugares para abrir otros más rentables, persisten sitios, personas, ejercicios que se resisten a desaparecer, que responden con cierta rebeldía a la modernidad que todo lo quiere copar, aun cuando en el pasado fueron pioneros de ella. Con esa idea en mente, el periodista Ramón Pineda se ideó otro recorrido por el centro de Medellín,