Si uno camina por Platja d’Aro, lo hace sin duda por una de las localidades más famosas y turísticas de la Costa Brava. Pero, también, por una ciudad que, respecto a la vida nocturna, llegó a retar a Eivissa hace algunas décadas.

No es ninguna coincidencia, pues, que en dos de sus entradas principales se encuentren los restos de las que fueron dos de sus discotecas más exitosas: Pacha, ahora casi en ruinas pero con una pared invadida por las plantas en la que todavía se pueden distinguir sus clásicas letras rojas, y Kamel –posteriormente Paladium– y su inconfundible pirámide.

Junto a Tiffany’s, Maddox, Carroll’s y Marius –esta última situada en el Magic Park, aquel salón de juegos con una enorme noria que completó el skyline de Platja d’Aro durante años–, formaron un combinado de lujo

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