Frente a un semáforo en el centro de la capital cacereña, Cándido Gómez puede aguardar de pie más de veinte minutos a la espera de que alguien se decida a ayudarle a cruzar el paso de peatones. A veces muestra una tarjeta que dice: "Soy una persona sordociega, ayúdame a pasar" y cuando aparece alguien, suele pensar "Por fin. Me sentía atrapado".
Una sensación que ha tenido de forma recurrente durante los últimos meses, desde que rodeado de zanjas y vallas, no sabe cómo continuar su camino.
Este cacereño de 61 años tiene una rutina meticulosa. Todas las mañanas se asea, se viste, desayuna y espera a que el reloj marque las diez para salir con su amigo Eduardo, que es sordo y sabe lengua de signos apoyada , una variante en la que se tocan las manos del otro para que puedan comuni