Cada verano, en pleno agosto, la plaza Nova de Barcelona se transforma para celebrar una de las tradiciones más antiguas y singulares de la ciudad, las fiestas de Sant Roc. Esta festividad popular —que se remonta a 1589 y sigue viva 436 años después— tiene lugar junto a la Catedral, en pleno corazón del barrio Gòtic, del 12 al 16 de agosto. Aunque está dedicada al santo patrón que protegía a los barceloneses de la peste, hay un protagonista inesperado que roba miradas y curiosidad a partes iguales.

La figura de Sant Roc, colocada en una hornacina en una de las torres del antiguo portal romano del Bisbe, representa al santo como es habitual: vestido de peregrino, acompañado de una llaga en la pierna y con un can a su lado. Lo insólito es que, en este caso, el perro es de color azul celeste

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