Por: Emilio Gutiérrez Yance
En las orillas del río Magdalena, donde los vientos alisios escriben historias en el cielo y los ríos Cauca y San Jorge se abrazan en un mismo cauce, Magangué despierta cada agosto con un ritual de colores: las cometas.
El patinódromo, acostumbrado al eco de pasos y ruedas, se transformó en escenario de un espectáculo ancestral. Bajo el sol brillante, los niños de la Institución Educativa Centro Educativo Pequeños Creativos lanzaron sus cometas, y el viento —ese viejo narrador de la sabana— las elevó hasta pintarlas contra las nubes. Cada hilo parecía un cordón umbilical que unía la inocencia con el cielo.
Pero no era solo una fiesta infantil. Entre la multitud, discretos pero atentos, se encontraban los guardianes de la niñez: el Grupo de Protección a la Inf