A Manuel Outumuro, su tierra de A Merca (1949) vuelve a acogerlo como las viejas abuelas a sus nietos más revoltosos o a los más distraídos. Les procuran sosiego, los entretienen con algún pequeño obsequio o un juego de palabras que reclame su atención. Outumuro disfruta estos años últimos del

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