Rara vez echo mano de la ficción para rellenar este trocito de periódico. Lo digo porque pudiera pensarse, de remplón, que lo que relato a continuación es fruto de mi desbocada imaginación. De eso no hay nada. Todo lo que cuento en las sucesivas líneas, estimado lector, es tanta verdad como la luz lechosa que nos alumbra hoy en este caluroso mes de agosto. Con luz de mediodía, les comento que no hace mucho me llamaron por teléfono, y escuché al otro lado una voz conocida en un tono muy amistoso, que me ponía en bandeja una oportunidad de oro. Me hicieron una oferta muy tentadora, tal vez es el ofrecimiento más serio que me han hecho en mi vida profesional. Ustedes dirán que esto es cosa mía, una de esas ocurrencias para empezar leyendo el Diario de Avisos la mañana de los domingos. O, simp

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