«La gent no s’adona del poder que té», escribía Joan Brossa y canta María Arnal. Pero el poder popular no siempre se amaga o se escurre. A veces toca tierra. A veces cambia cosas que necesitan ser cambiadas. De tanto decirlo suena a lugar común, València no sería la misma sin el jardín del Turia, pero por manida que suene la idea nunca se celebrará lo suficiente aquel movimiento social agrupado bajo el lema «El llit del Túria és nostre i el volem verd», nacido en los año 70 con el objetivo de frenar el proyecto franquista de construir una autovía en el viejo lecho del río, desviado de su cauce tras la trágica riada de 1957.

La presión de la sociedad civil valenciana hizo que el ayuntamiento del socialista Ricard Pérez Casado descartara la ejecución de la autovía con tres carriles por sent

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