La alfombra roja con la que Donald Trump recibió a Vladimir Putin en Anchorage (Alaska) simbolizó el fin de tres años de aislamiento internacional del presidente ruso. La pleitesía en suelo estadounidense al hombre que ordenó en el 2022 la invasión de Ucrania echó a perder los esfuerzos del exmandatario Joe Biden por construir una coalición occidental para convertir al país agresor en un paria. Putin, acusado de crímenes de guerra por la Corte Penal Internacional –lo que le prohíbe viajar a sus más de 120 países que la reconocen, entre los que no está EE.UU.–, obtuvo la foto que quería sin ofrecer a cambio ninguna concesión: ni un acuerdo, ni una apertura a la negociación trilateral con Kyiv, ni una hoja de ruta para el alto el fuego.
En su empresa por conseguir el premio Nobel de la paz,