Más que un disparo de un pistolero solitario fue un grupo comando distribuido a lo largo de los años que francotiraba desde diferentes azoteas y esparció sus huellas para que, a partir de esas ruinas que iba dejando, se pudiera empezar a edificar una novela: Las horas marcadas .
No fue, entonces, un disparo sino varios.
Enumero esas detonaciones inspiradoras: las charlas con uno de mis sobrinos, Vicente, sobre su trabajo en Tribunales; una visita a un secretario del Ministerio Público Fiscal, Elías Collado , que me contó cómo resolvían casos archivados; las teorías para apostar online de un ex compañero de redacción; los recuerdos de mi abuelo Jack; un día con Pupi y Ricky en una chacra cerca de Zárate; y la puesta en valor -o tal vez la romantización- de la amistad entre varones a