Khamzat Chimaev siempre prometió ser rey y en Chicago, durante el UFC 319, cumplió con creces: arrasó a Dricus du Plessis y se proclamó campeón mundial de peso mediano en una de las actuaciones más dominantes que se recuerden en un combate titular.

Muchos pensaban que el libreto estaba escrito: un inicio feroz del checheno y luego la resistencia africana para darle la vuelta en los asaltos finales. Nada de eso ocurrió. Chimaev no dio respiro, no dejó hueco, no permitió la mínima rebelión de un Du Plessis que jamás encontró la llave para quitarse de encima al nuevo rey.

El plan fue tan sencillo como brutal: derribo tras derribo, control absoluto desde el suelo y una lluvia de golpes que minaron la moral del campeón defensor. Los jueces lo vieron con la misma claridad: 50-44 en las tres ta

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