En una región diseñada para resistir inviernos eternos, dos semanas de calor implacable rompieron ritmos, pusieron a prueba infraestructuras y aceleraron una certeza incómoda: el verano puede golpear tan fuerte como el invierno.
Tras un junio relativamente fresco, Noruega, Suecia y Finlandia encadenaron en julio una ola de calor extraordinaria que duró más de dos semanas y dejó al descubierto una vulnerabilidad apenas reconocida en el norte de Europa: las infraestructuras, los servicios públicos y los ecosistemas de climas fríos no están preparados para un calor persistente y extremo.
En localidades noruegas como Namsskogan y Gartland, el termómetro superó los 30°C durante 13 días seguidos; en Ylitornio, Finlandia, las máximas se mantuvieron por encima de 25°C durante 26 días consecutivo