Una niña siente debajo de sus pies el zarandeo del tren. Está sentada junto a su padre. Del lado de la ventana, no puede creer lo que ven sus ojos inocentes de 8 años: el paraje, la velocidad, una Ciudad que se despide ante el suburbio impertinente. De pronto, percibe que el transporte se detiene. Lee: Gonnet. Piensa: falta poco para bajar en mi parada, Villa Elisa. Los pensamientos se esfuman ante la nueva escena: una nena (¿de su misma edad?) sube con su madre. Ambas piden comida, plata, atención. Lo de siempre. Pero, a contramano de la indiferencia general, la vergüenza se apodera de ella. El viaje continúa y al llegar a su parada, entre la culpa y el apremio, deja caer su chupetín. Ante ello, la nena mendiga se acerca y le regala uno nuevo. Aparece la tristeza y el cuestionamiento exis

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