El fútbol es terco y burlón, material indescifrable para los obsesos del control, la métrica, la data, los protocolos, toda la batería, en fin, de medidas para someterlo. Prevalece aún su afán por contrariar a los empeñados en achicarlo, que son legión, desde el vértice de la pirámide –sus gobernantes– hasta un considerable espectro de su base, los aficionados que aceptan sin rechistar las modificaciones que afeitan el juego.
Bastó media hora en Son Moix para que se impusiera la típica dinámica del fútbol, el de toda la vida. Un gol discutido, dos expulsiones en las filas del Mallorca , tensión en las gradas y un árbitro destinado a un juicio sumarísimo en la primera jornada de Liga. Sobre esa parrilla de brasas pasó el Barça sin sufrir la menor quemadura. Ganó contra 11 y no hizo s