“Voy a lo de un amigo y después al colegio”, fue la última frase que le dijo Diego Fernández, de 16 años, a su mamá, luego de almorzar juntos, el 26 de julio de 1984, a las 2:00 p.m.
El joven argentino nunca volvió a su hogar en el barrio Belgrano, en Buenos Aires . Más nunca se supo de su paradero, aunque su familia esperanzada, nunca dejó de buscarlo.
Diego, el día de su desaparición, vestía camisa y jeans azul, con botas marrones. Con cabello castaño oscuro, ojos del mismo color y una estatura de 1.72 metros, eran los rasgos del adolescentes y con el que lo recordarían. Con el pasar de los años, el caso fue archivado por las autoridades y lo calificaron como “fuga de hogar”.
Cuatro décadas después, la historia cambiaría. Unos huesos fueron descubiertos, por los obreros que const