Son como esqueletos negros de un pueblo fantasma. Almas en pena calcinadas por las llamas. Un ejército de árboles que ha perdido su esplendor y que aquí y allá salpica una parte de Galicia y toda la provincia de Orense, de Chandrexa a Ribeiro, desde los Ancares hasta Valdeorras.
Tras más de una semana de llamas la visión se ha vuelto recurrente. Es el precio de la mayor ola de incendios de la historia reciente de Galicia: una que suma hasta el momento más de 51.000 hectáreas quemadas. Y las que por desgracia faltan.
Porque ayer, típico domingo de verano en mitad de agosto, Galicia vivió una situación anómala, alejada de cualquier normalidad. Lo suficiente como para acaparar titulares y atención -de la UME, de la Brilat, del Miteco, de Protección Civil o de otras comunidades-, y para reci