Cada tanto aparece en los medios una palabra que parece sacada de un manual de catástrofes: ciclogénesis. Suena raro, largo y hasta un poco amenazante. No falta quien lo asocie con ciclones devastadores o tormentas históricas. Pero lo cierto es que la ciclogénesis no es nada extraordinario, sino un proceso normal de la atmósfera, especialmente frecuente en invierno en Argentina.
Antes de entrar en detalle, conviene aclarar algo importante: cuando hablamos de ciclogénesis no estamos hablando de un fenómeno, sino de un proceso. Y la diferencia no es un capricho de los meteorólogos.
Un fenómeno es algo que vemos o experimentamos directamente: una tormenta con granizo, una nevada, un viento zonda. En cambio, un proceso es la serie de mecanismos o pasos que llevan a que estos fenómenos o