Pedro Sánchez ha perfeccionado en estos años el mal sin hacer; hacer sin consecuencias y no inmutarse ante la realidad, antes bien; ha elevado al paroxismo el despreciarla. Esa forma de conducirse, que le ha dado evidentes réditos personales, aun habiendo arruinado las expectativas, la prosperidad y la dignidad misma del país, va a desplegarse plenamente en los próximos meses. Ya ha comenzado, de hecho.

Cuando se deje atrás el verano, superado ya el ecuador de agosto, España entrará en un nuevo ciclo electoral, primero en 2026 con las elecciones autonómicas en Castilla y León y en Andalucía y luego, en el 2027, con el resto, incluidas, si aguanta el conglomerado de intereses en el que se ha convertido el Gobierno, unas elecciones generales. Pedro Sánchez tiene dos años para desplegar tod

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