A las dificultades propias de la adaptación a un mundo nuevo, las exigencias académicas y muchas veces a los avatares de la inserción laboral , los estudiantes universitarios que migran lejos de su pueblo de origen deben lidiar con otro problema de primer orden: dónde vivir.
Las residencias universitarias casi no existen , los alquileres son caros y escasos, hay pensiones estudiantiles que ofrecen alternativas y en algunas localidades turísticas lo s hostels suelen convertirse en una solución temporal.
La experiencia de muchos jóvenes en ese trance es que las relaciones, “el amigo de un amigo”, e l rastreo por redes sociales y hasta los c lásicos cartelitos de “se busca compañero/a para compartir alquiler” en las carteleras universitarias pueden acercar una solución.
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