El arte del bordado ha servido para educar a la mujer según el ideal femenino […], pero también la ha dotado de un arma de resistencia contra las restricciones de la propia feminidad.
Rozsika Parker
En los setenta, el arte que podríamos tachar de forma un tanto simplista como feminista, pasó a incorporar en la obra técnicas que provenían del punto, el macramé o la realización de telas –obtenidas en numerosas ocasiones mediante el procedimiento del patchwork– y tapicerías. Obras que, una vez valoradas y reconocidas por el mercado y el sistema del arte, se fueron incorporando, paulatinamente, en museos institucionales y en importantes colecciones particulares. La Bienal de Lausana se convertiría en meca del arte textil en la década de los años setenta. Y la Bienal de Venecia, de 2017, ensa