Vivir en la pobreza no solo complica la existencia, sino que acorta el horizonte. Tener solo para malcomer y no poder pensar sino en cómo se sobrevivirá mañana, es la condición más estrecha para la vida humana. El futuro se ve tan lejos, tan inasible, tan irreal e ilusorio que no vale la pena siquiera pensar en él. No hay mañana posible cuando la supervivencia es día a día. A mediados de los años noventa, 69 de cada cien mexicanos vivían en la pobreza. Eran los tiempos de la ortodoxia neoliberal, en donde los llamados a la gente eran para “apretarse el cinturón” un año sí y el otro también, en tanto que el Estado se contraía para dejar la economía a “la libre acción de las fuerzas del mercado”.

Desde luego, ello no ocurría como devenir “natural”, sino que eran decisiones políticas encamin

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