Los recientes han arrasado miles de hectáreas de terreno, dejando a su paso viviendas calcinadas, vehículos reducidos a chatarra y comunidades enteras despojadas de lo esencial. El avance descontrolado del fuego, favorecido por las altas temperaturas, la sequía prolongada y el viento cambiante, ha evidenciado una vez más la fragilidad de muchas zonas rurales frente a este tipo de emergencias. En numerosos municipios, las llamas han irrumpido en áreas habitadas, obligando a evacuaciones urgentes y sembrando el caos en cuestión de minutos. Todo ello sumado a una gestión política cuanto menos deficiente ha propiciado la magnitud de los hechos acontecidos .
Perderlo todo en un incendio no solo supone un drama material, sino también emocional. La destrucción repentina de una casa, con todo