Iván Turguéniev Ciudad de México / 16.08.2025 00:37:38

Poco después de la una de la mañana regresó a su estudio. Envió al criado a encender las velas y se tapó la cara con ambas manos cuando se tiró a la silla cerca de la chimenea. Nunca había sentido tanta fatiga corporal y mental. Había pasado toda la tarde con damas agradables y hombres educados. Algunas de las damas eran hermosas, casi todos los hombres eran inteligentes y talentosos, y él mismo departía feliz e incluso brillantemente... y, a pesar de todo, nunca antes lo habían dominado y asfixiado tanto, y con tal fuerza, el taedium vitae del que hablaban los romanos y el “disgusto por la vida”. Si fuera un poco más joven lloraría de tristeza, de aburrimiento, de irritación: una amargura corrosiva y ardiente, como el amargor d

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