Hubo un tiempo, podemos decir que fundacional, en el que la política cultural contaba mucho, en Cataluña. Pese a contar con poco dinero, como siempre. Era campo de batalla y lucimiento. Generaba pasiones y polémicas ciudadanas. Había que construir el país que el franquismo había borrado. Tocaba reanudar el trabajo de la Mancomunitat y la Generalitat republicana: bibliotecas, museos, archivos, teatros... A aquel proceso, el pujolismo le puso el sello nacional.

Figuras como Oriol Bohigas y Ferran Mascarell –desde el Ayuntamiento de Barcelona– y el ahora desaparecido Eduard Carbonell fueron claves en el diseño institucional de la cultura "de la piedra": de las instituciones. Carbonell estuvo en todas sus salsas durante muchos años. No tenía la proyección pública de Bohigas o Mascarell, pero

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